Nadia Koval - Maestros de la música. Страница 7

La elección de los invitados se hacía por tres motivos: en primer lugar, por tener la capacidad de divertir e interesar a Rossini; en segundo lugar, por demostrar una extrema deferencia hacia Olimpia Pélissier (la segunda esposa, con quien se casó tras la muerte de Isabella); y, en tercer lugar, por distinguirse en algún ámbito. La variedad del público estaba asegurada y por la casa pasaban muchas personas célebres: Michele Carafa, Giuseppe Verdi, el príncipe Poniatowski, Alejandro Dumas, Gustave Doré, el Barón Rothschild, el Barón Haussmann, entre otros. La señora Olimpia tenía un papel muy importante en estas cenas. Ella asistía con una gran decencia y pretendía ser honrada igual que su marido; sólo era necesario que alguno de los invitados no le devolviese un cumplido para ser borrado de la lista de la siguiente invitación. Por otra parte, Olimpia obraba como freno de la desmedida generosidad de Rossini.

Durante su vida, Rossini recibió las condecoraciones más importantes de Francia e Italia y un gran reconocimiento por parte de sus colegas de profesión; tras la entrevista que Rossini y Richard Wagner tuvieron en 1860, el último declaró que de todos los compositores que había conocido en Paris, el único verdaderamente grande era Rossini, a quien veía serio y sencillo.

Rossini falleció en Passy, cerca de París, en 1868. Fue enterrado en el Cementerio del Père-Lachaise. En 1887 sus restos fueron trasladados a Florencia, a la Basílica de la Santa Croce, junto a sus gloriosos paisanos: Galileo Galilei, Dante y Miguel Ángel.

Revista QUID N° 19, diciembre 2008

ARNOLD SCHÖNBERG. El anarquista

Arnold Schönberg (1874—1951)

El 13 de septiembre de 1874 nació en Viena el compositor Arnold Schönberg, uno de los hombres más importantes de la música del siglo XX. Después de su aparición, en la música se produjo una polarización entre el conservatismo y el vanguardismo. A partir de aquí, todo lo que fuese vanguardia musical era calificado de dodecafónico.

Para demostrar su propia importancia en el progreso de la nueva teoría, Schönberg solía repetir que «nadie quería ser Schönberg». No obstante, el surgimiento del dodecafonismo corresponde a una sucesión absolutamente lógica dentro de la música y está fuertemente articulado con los cruciales cambios en la esfera política y social de Europa del principio del siglo pasado. Existe una determinación según la cual la tonalidad se compara con el absolutismo, y cuando éste concluye, llega la atonalidad, que simboliza la anarquía. Dentro de este esquema, el dodecafonismo sería un nuevo ordenamiento de los sonidos. Un ordenamiento mucho más democrático, donde no hay jerarquías. Si antes la tónica, la dominante y la subdominante tenían mayor importancia en la secuencia musical, ahora cualquiera de las doce notas recibe el mismo derecho de ser igual a las demás. No existe ningún compositor moderno que no haya pasado por una experiencia de dodecafonismo. Sin embargo, entre los oyentes existía y existe una fuerte resistencia contra el lenguaje atonal. La música, hablando en términos físicos, está formada por ondulaciones de aire que nos afectan de un modo directo. En general solemos percibir con más placer los sonidos que agradan a nuestro oído. Esto se entiende mejor cuando recordamos la diferencia entre la música oriental y la occidental. La música occidental, a diferencia de la música tradicional de oriente, tiene como uno de sus elementos importantes la armonía. La cultura occidental es la única que posee una música «polifónica», es decir, música en la que las notas musicales se usan en forma simultánea y coordinada. El oído occidental no está acostumbrado a percibir con facilidad los microtonos o intervalos mayores al tono o tono y medio que se usan en la música oriental.

Según las palabras de Alex Ross, crítico musical de The New Yorker, el problema de Schönberg es que su música es muy oscura, intensa y visceral. La estructura de sus obras es casi automática, realizada en un estado psicológico extremadamente violento. Una de sus preocupaciones era que su señora le era infiel con el pintor Richard Gerstl, quien se ahorcó al poner ella fin a sus amoríos. Schönberg también tenía tendencias suicidas y eso se refleja en sus composiciones. Él y sus principales seguidores, Alban Berg y Antón von Webern, proclamaron que la tonalidad había muerto y que la atonalidad era el único futuro de la música. Las audiencias reaccionaron poniéndose fuertemente en contra, no tanto por la atonalidad sino por el intento de borrar del mapa a toda aquella música anterior que tanto adoraban y con la cual se identificaban.

La mejor forma de empezar a conocer el corpus musical del compositor es seguirlo en su propio recorrido cronológico. Sus obras tempranas son el «eslabón perdido» entre el Schönberg atonal y el romanticismo, y por eso son la mejor puerta de entrada. «Noche transfigurada», tanto en su versión original para sexteto de cuerdas como para orquesta de cámara, es la más clara al respecto: allí se escucha el origen vienés de Schönberg, influido tanto por Mahler como por Brahms y Wagner, en el uso intensivo y expresivo del cromatismo.

Algunos consideran que Schönberg fue mejor teórico que compositor. La historia de la música es la historia de la evolución del pensamiento musical y Schönberg fue un gran teórico precisamente porque fue un compositor innovador. A veces lo acusan de una excesiva rigidez y radicalismo en la defensa de sus planteamientos, pero si lo vemos con más objetividad, todos los compositores son radicales en su forma de pensar. Crear es hacer algo que antes no existía, y eso requiere de creatividad en las ideas. Así lo hicieron Bach, Beethoven, Wagner y, después de Schönberg, Boulez y Stockhausen.

Para Schönberg sus análisis y renovaciones no fueron experimentos impersonales, sino que los entendía siempre de un modo radical. «Toda investigación que tienda a producir un efecto tradicional queda más o menos marcada por la intervención de la conciencia. Pero el arte pertenece al inconsciente. Es uno mismo a quien hay que expresar. Expresarse directamente», escribía.

Transcurridos casi sesenta años de su muerte, el mayor patrimonio de Arnold Schönberg no es sólo su música, sino también el ejemplo ético que representó. Nunca se dejó llevar por tendencias de la moda y mantuvo siempre con firmeza sus ideas. La prueba es que sus obras se siguen interpretando, a pesar de que aún se mantiene un cierto rechazo por parte del público. Las obras más frecuentes en los conciertos son las siguientes: Pierrot Lunaire, la Noche transfigurada, las Variaciones para Orquesta, op. 31, los cuartetos, la música para piano solo, la ópera Moses und Aron y los Gurrelieder.

Desde hace varios años se encuentra en funcionamiento el Arnold Schönberg Center en Viena. Diferentes exposiciones de este centro nos demuestran una importante articulación entre Schönberg y los vanguardistas de la pintura y la literatura del siglo XX. Schönberg mismo pintaba autorretratos que reflejaban su estado de ánimo en distintos momentos de su vida. El autorretrato donde aparece con ojos rojos, por ejemplo, es muy similar a El grito de Edvard Munch. La muestra Pintura y música en diálogo, inaugurada en la Galería Tretiakov de Moscú abarcó cien pinturas, fotografías y documentos que ilustraban la amistad entre Arnold Schönberg y Vasili Kandinski, los dos artistas renovadores más importantes del comienzo del siglo XX.

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